El día sábado 06 de diciembre vivimos una jornada que nos llenó el alma. Con un calor que agotaba a cualquiera, igual se acercaron familias con ganas, con buena energía y con ese empuje que hace que las cosas pasen. El colegio, como siempre, abrió sus puertas y nos acompañó en todo.

Queremos destacar, con mucho cariño, a las familias de 7mo que se acercaron a colaborar. Vinieron a poner el cuerpo, el tiempo y el corazón en un lugar que sienten propio, un lugar donde sus hijos crecieron, rieron, aprendieron y vivieron tantos momentos.
También queremos agradecer la presencia de algunos chicos de 7mo año, que eligieron sumarse y participar. Se notó el amor y el orgullo con el que trabajaron, y eso emociona de verdad.

Y nuestro reconocimiento se extiende también a cada mamá y papá que, sin importar el curso de sus hijos, decidió acercarse y sumar. Ese gesto —el de entender que esto es por y para los chicos— vale muchísimo. Cada brocha, cada barrida, cada minuto ofrecido con buena voluntad, dejó una huella que supera cualquier pintura.
El patio quedó hermoso, sí. Pero lo más lindo no fue el color nuevo: fue el clima que se armó. Ese “entre todos” sincero, cálido, donde cada gesto suma. Es en esos momentos donde uno siente que la escuela no es solo un edificio, sino una comunidad viva.

Ojalá lo del sábado se contagie. No hace falta estar siempre ni dedicar horas. A veces alcanza con un rato, con acercarse, con dar una mano cuando se puede. Esos pequeños gestos construyen más de lo que imaginamos.
A quienes vinieron, gracias de corazón. A quienes no pudieron, los esperamos cuando puedan sumarse. Estas jornadas nos recuerdan que, cuando nos unimos por los chicos, el resultado siempre vale la pena.
El patio quedó más lindo. Pero lo más lindo fue sentir, una vez más, que seguimos construyendo comunidad.
